Yo sí creo en el amor, unido a un país sin bandera con raíces tan profundas que es capaz de ahorcarse por un partido de fútbol y censurar un beso entre dos personas del mismo sexo. Hemos creado cárceles para ricos en momentos de crisis, alimentando la creencia de que más vale duelo conocido que daño por conocer y hemos roto las barreras de lo intangible para gritarlo a través de una pantalla de cristal.
Yo sí creo en el amor, unido a una religión que crea personas en vez de dioses. Hemos refugiado a estos creyentes del “amen» para bendecir a los que engordan su ego ante un “así sea”. Y así es. Y así nos va.
Yo sí creo en el amor unido al odio y también creo en los que no creen en el amor porque de ellos será el reino de los ciegos. Yo vivo para gritar que el amor es la fuerza que nos empuja hacia el abismo. Y qué bonito es todo cuando se mira desde los ojos de aquellos que no les hace falta ver para mirar.
Yo sí creo en el amor que degolla y ahoga nuestros celos para convertirlos en libertad y frustrar la avalancha de cobardía que nos acecha ante cada decisión tomada. Yo soy de los que cree que podemos conseguir el cielo soñando en arañazos, marcas de dientes y baños públicos.
Yo sí creo en el amor que abraza y derrite los ‘por qués’. Porque nunca me he encontrado mal que dure cien ‘te quieros’. Y te quiero derrotada en mi cama venciendo cualquier abrazo que haya podido fallar todo este tiempo.
Yo sí creo en el amor que lo para todo. Desde el tiempo hasta los planetas. La ‘te quierología’, como religión. Porque hay muros que se derriban con un simple parpadeo y de eso, todos hemos aprendido. Incluso habiendo acabado sepultados y criando ‘mal vas’… nos ha dado exactamente igual. Podemos con cualquier peso, somos más fuertes que los ‘quizá’, os lo aseguro.
Yo sí creo en el amor que destila suspiros descarados. Desnudos y sin corazas. Yo sí creo que existe un camino enredado en cada caricia. Yo sí creo que existe un mañana en cada esquina, en cada cafetería, en cada viaje de metro. Por eso sonrío y por eso moriré con una sonrisa.
Porque yo sí creo en el amor.
Porque yo sí creo en ti.
Porque yo sí creo en mí.
Y en el ‘te quiero’,
como religión.